PRÓCER
Y POETA PERUANO
Poeta, músico, pintor,
guerrero, astrónomo, místico y sobre todo, patriota. Mariano Melgar reúne todas
las virtudes de su pueblo arequipeño: romanticismo, valor moral, gran voluntad,
mente lúcida, gran amor por el terruño, profundo patriotismo, rebeldía y culto
por la Libertad.
Mariano Melgar Valdivieso nació en Arequipa el 10 de agosto de 1790. Fueron sus padres don Juan de Dios Melgar y doña Andrea de Valdivieso, miembros de una distinguida familia y de holgada posición.
Niño prodigio
Melgar recibió una esmerada educación, facilitada por los dotes admirables y precocidad de aquel niño prodigio que a los tres años sabía leer correctamente, que dominaba el latín a los ocho y a los doce hablaba perfectamente el inglés y el italiano. En sus ratos apacibles dibuja y pinta los bellos paisajes donde se desenvuelve su primera juventud.
Melgar religioso
El medio ambiente lo orientó hacia los estudios religiosos y teológicos. Realizó sus estudios en el Seminario de "San Gerónimo", de Arequipa. Vistió el hábito de clérigo y nunca dejaría de ser religioso y cristiano.
Su versión humanística y su dominio del latín lo obligaron a hacer traducciones de Virgilio y Ovidio. Recibió la tonsura de manos del venerable Obispo Pedro Chavéz de la Rosa.
La construcción de una iglesia en su ciudad natal, le da ocasión para dejar a la posteridad perennizado un aspecto de su poderoso espíritu constructivo y una prueba de su amor a Dios y de su cristianismo. Dirige a un oficial de albañilería y levanta la cúpula de la iglesia de San Camilo que desafía a la acción de los años como la misma gloria de quien puso sus manos de elección en esa obra pía.
Descubre su vocación
Por aquella época conoce a la bella Manuelita Paredes, hija del Tesorero Fiscal de Arequipa, que se transforma en la primera pasión de Melgar y la inspiradora de sus primeros yaravíes, forma poética lírica en que el gran cantor arequipeño expresa su amargura y su tristeza. En el fondo ambos se amaban, pero el destino los separó.
Melgar descubre entonces que su temperamento es poco adicto a la disciplina claustral y decide despojarse del hábito eclesiástico, abandonando el seminario para seguir su verdadera vocación: la poesía, el foro y el magisterio.
Se dedica a devorar cuanto libro de nueva ideología cae en sus manos.
Silvia, su gran amor
Cuando Mariano tenía 16 años conoce a María Santos Corrales, la "Silvia" de sus amores, una bella niña de nueve años, que inspirará las más grandiosas notas de su lira.
En sus elegías, en sus sonetos, en su Carta a Silvia, en sus yaravíes, transborda la encendida pasión, el dolor de amar, el deseo infinito de confundirse con el ser amado, la nostalgia de horas de ventura que pasaron, la desesperación y la esperanza, el afecto y el ansia del olvido, el reproche por las falsas promesas, la decepción y la plenitud de amar a través de la vida y a través de la muerte; siendo, además, el amor de Silvia una forma de su amor a la Patria.
"(...) por Silvia amo a mi Patria con esmero y por mi Patria amada a Silvia quiero".
Su viaje a Lima
Persuadido por sus padres para estudiar Jurisprudencia (pretexto para alejarlo de Silvia) viajó a Lima hacia 1811. La metrópoli, sacudida por el ardor oratorial de Baquijano y Carrillo y preñada de inquietud revolucionaria, no hizo sino fortalecer su convicción liberal y prepararlo para la lucha de la libertad de la patria.
En Lima, fue profesor de Teología, Derecho, Historia y Matemáticas. De aquella época data la traducción de "El arte de olvidar", de Ovidio.
El dolor de perder a Silvia
Vuelto a Arequipa, Melgar pide la mano de de su amada, pero la niña, influída por sus padres, está contra el poeta, por lo que Melgar sufre los desdenes de Silvia. Apesadumbrado, erró por la soledad de la campiña de Majes, impregnando el ambiente con tristeza de sus yaravíes.
Esta es sin duda la época determinante del apogeo del yaraví en la obra de Melgar.
"El yaraví - dice F. García Calderón - es el ¡ay! que emite el alma cuando está agobiada por un pesar o por un amor desgraciado. No es el acento ardoroso del odio, ni la devoradora expresión de la venganza; es el gemido del que ve perdido su amor y continúa queriendo."
Melgar y la causa libertaria
En el año de 1814 se produce la revolución de Pumacahua en el Cusco, que hace zozobrar la aparente tranquilidad del virreynato.
Melgar, que se encontraba en Majes, se adhiere a la gran causa libertaria y marcha al combate por la independencia nacional.
Aquella escena terrible de la despedida a sus padres inspirará más tarde a pintores y artistas.
El virrey Abascal desplegó toda su energía y toda su fuerza sobre los rebeldes.
El sacrificio del Prócer
En la batalla de Humachiri (Puno), Melgar se batió como el más valiente dirigiendo la artillería, en los momentos culminantes bajó de su caballo y manejó el cañón con olímpico denuedo.
Ramírez, general realista, destruyó las tropas rebeldes y Melgar fue hecho prisionero.
Sereno, estoico, grande, afrontó el injusto proceso sumario que se le instauró allí mismo, por ser un patriota. Y subió al patíbulo como todo un héroe, ofrendadno su preciosa vida a la libertad de su patria.
Mariano Melgar Valdivieso nació en Arequipa el 10 de agosto de 1790. Fueron sus padres don Juan de Dios Melgar y doña Andrea de Valdivieso, miembros de una distinguida familia y de holgada posición.
Niño prodigio
Melgar recibió una esmerada educación, facilitada por los dotes admirables y precocidad de aquel niño prodigio que a los tres años sabía leer correctamente, que dominaba el latín a los ocho y a los doce hablaba perfectamente el inglés y el italiano. En sus ratos apacibles dibuja y pinta los bellos paisajes donde se desenvuelve su primera juventud.
Melgar religioso
El medio ambiente lo orientó hacia los estudios religiosos y teológicos. Realizó sus estudios en el Seminario de "San Gerónimo", de Arequipa. Vistió el hábito de clérigo y nunca dejaría de ser religioso y cristiano.
Su versión humanística y su dominio del latín lo obligaron a hacer traducciones de Virgilio y Ovidio. Recibió la tonsura de manos del venerable Obispo Pedro Chavéz de la Rosa.
La construcción de una iglesia en su ciudad natal, le da ocasión para dejar a la posteridad perennizado un aspecto de su poderoso espíritu constructivo y una prueba de su amor a Dios y de su cristianismo. Dirige a un oficial de albañilería y levanta la cúpula de la iglesia de San Camilo que desafía a la acción de los años como la misma gloria de quien puso sus manos de elección en esa obra pía.
Descubre su vocación
Por aquella época conoce a la bella Manuelita Paredes, hija del Tesorero Fiscal de Arequipa, que se transforma en la primera pasión de Melgar y la inspiradora de sus primeros yaravíes, forma poética lírica en que el gran cantor arequipeño expresa su amargura y su tristeza. En el fondo ambos se amaban, pero el destino los separó.
Melgar descubre entonces que su temperamento es poco adicto a la disciplina claustral y decide despojarse del hábito eclesiástico, abandonando el seminario para seguir su verdadera vocación: la poesía, el foro y el magisterio.
Se dedica a devorar cuanto libro de nueva ideología cae en sus manos.
Silvia, su gran amor
Cuando Mariano tenía 16 años conoce a María Santos Corrales, la "Silvia" de sus amores, una bella niña de nueve años, que inspirará las más grandiosas notas de su lira.
En sus elegías, en sus sonetos, en su Carta a Silvia, en sus yaravíes, transborda la encendida pasión, el dolor de amar, el deseo infinito de confundirse con el ser amado, la nostalgia de horas de ventura que pasaron, la desesperación y la esperanza, el afecto y el ansia del olvido, el reproche por las falsas promesas, la decepción y la plenitud de amar a través de la vida y a través de la muerte; siendo, además, el amor de Silvia una forma de su amor a la Patria.
"(...) por Silvia amo a mi Patria con esmero y por mi Patria amada a Silvia quiero".
Su viaje a Lima
Persuadido por sus padres para estudiar Jurisprudencia (pretexto para alejarlo de Silvia) viajó a Lima hacia 1811. La metrópoli, sacudida por el ardor oratorial de Baquijano y Carrillo y preñada de inquietud revolucionaria, no hizo sino fortalecer su convicción liberal y prepararlo para la lucha de la libertad de la patria.
En Lima, fue profesor de Teología, Derecho, Historia y Matemáticas. De aquella época data la traducción de "El arte de olvidar", de Ovidio.
El dolor de perder a Silvia
Vuelto a Arequipa, Melgar pide la mano de de su amada, pero la niña, influída por sus padres, está contra el poeta, por lo que Melgar sufre los desdenes de Silvia. Apesadumbrado, erró por la soledad de la campiña de Majes, impregnando el ambiente con tristeza de sus yaravíes.
Esta es sin duda la época determinante del apogeo del yaraví en la obra de Melgar.
"El yaraví - dice F. García Calderón - es el ¡ay! que emite el alma cuando está agobiada por un pesar o por un amor desgraciado. No es el acento ardoroso del odio, ni la devoradora expresión de la venganza; es el gemido del que ve perdido su amor y continúa queriendo."
Melgar y la causa libertaria
En el año de 1814 se produce la revolución de Pumacahua en el Cusco, que hace zozobrar la aparente tranquilidad del virreynato.
Melgar, que se encontraba en Majes, se adhiere a la gran causa libertaria y marcha al combate por la independencia nacional.
Aquella escena terrible de la despedida a sus padres inspirará más tarde a pintores y artistas.
El virrey Abascal desplegó toda su energía y toda su fuerza sobre los rebeldes.
El sacrificio del Prócer
En la batalla de Humachiri (Puno), Melgar se batió como el más valiente dirigiendo la artillería, en los momentos culminantes bajó de su caballo y manejó el cañón con olímpico denuedo.
Ramírez, general realista, destruyó las tropas rebeldes y Melgar fue hecho prisionero.
Sereno, estoico, grande, afrontó el injusto proceso sumario que se le instauró allí mismo, por ser un patriota. Y subió al patíbulo como todo un héroe, ofrendadno su preciosa vida a la libertad de su patria.
Fue fusilado en la mañana del 12 de marzo de 1815, cuando aún no había cumplido
los 25 años. El padre del poeta mártir murió al saber la noticia.
La
gloria de Mariano Melgar no sólo es gloria arequipeña, ni siquiera gloria
peruana, es gloria de América, gloria de aquellos que creen y luchan por el
amor y la libertad.
YARAVÍ VII
¿Con
que al fin tirano dueño,
Tanto amor, amores tantos, Tantas fatigas, No han conseguido en tu pecho Más premio que un duro golpe De tiranía? Tú me intimas que no te ame Diciendo que no me quieres Ay, vida mía, Y que una ley tan tirana Tenga de observar, perdiendo, Mi triste vida! Yo procuraré olvidarte Y moriré bajo el peso De mis desdichas. Pero no pienses que el Cielo Deje de hacerte sentir Sus justas iras |
Muerto
yo tu llorarás
El error de haber perdido una alma fina. Y aún muerto sabrá vengarse Este mísero viviente Que hoy tiranizas. A todas horas mi sombra Llenará de mil horrores Tu fantasía Y acabará con tus gustos El melancólico espectro De mis cenizas. |
POETAS
Puede decirse con
propiedad que con Mariano Melgar nace el verso arequipeño, quejumbroso, dolido
y romántico. A su nombre, años después, se unen los de Benito Bonifaz, Ángel
Femando Quiroz, Manuel Castillo, José M. Carpenter y otros, en la mitad del
siglo pasado.
A este grupo
pertenecen Antonio Belisario Calle, José Mariano Llosa, Abel Delgado, Samuel
Velarde, Ignacio Gamio, Belisario Soto, Manuel Mansilla, Renato Morales y
otros, a quienes se agregan Felisa Moscoso de Chávez e Isabel de la Fuente,
sencillas, finas y delicadas.
Luego el estilo
cambia y la influencia torna hacia Manuel González Prada; el verso se hace
vibrante y la idea luce en los poemas de Jorge Polar, Sixto Morales, Pedro
Germán Delgado, Ricardo Zúñiga Quintana, Alberto Bailón Landa y Francisco
Mostajo. Este último critica sin piedad la poesía de su tiempo y aboga por las
nuevas corrientes poéticas, sin que él mismo lograra ponerse a tono con el
modernismo imperante.
Los poetas nacidos al
filo de 1900 se consagran en el grupo Aquelarre, francamente modernistas. Allí
están Percy Gibson, César Atahualpa Rodríguez, Federico Segundo Agüero Bueno,
Belisario Calle y Renato Morales de Rivera, todos ellos auténticos poetas que
incluso se adelantan al grupo Colónida de Lima. Poco después, Alberto Guillén y
Alberto Hidalgo surgen con poemarios de altísima valía, especialmente Hidalgo
que rompe moldes y crea nuevas formas de expresión literaria, en una renovación
constante que le coloca entre los primeros vates de Hispanoamérica.
Manuel Gallegos Sanz,
Mario Chabes, Pedro Arenas Aranda, Jorge Bacacorzo y Guillermo Mercado suceden
a los anteriores. El primero con poesía campera, pegada a la tierra; y el
último con vigorosa inspiración que vuelve la cara hacia la tragedia del indio
y se encama más acentuadamente en el hombre mismo.
PROSISTAS Y
NARRADORES
La narrativa
arequipeña tiene su más alta expresión en Augusto Aguirre Morales (18881957).
Entre los hombres de su generación es indiscutiblemente quien alcanza los más
altos logros literarios, por su auténtica vocación y la ambiciosa grandeza de
sus concepciones, que alcanzan cabal expresión en su novela El pueblo del sol,
que logró fama continental, comparándola los críticos con la famosa Salambó.
Publicó otras novelas, como Flor de ensueño, La medusa, Devocionario, La
justicia de Huayna Cápac y numerosos cuentos. Como periodista, trabajó en los
diarios Universal y La Crónica, de Lima. Durante su juventud editó varias
revistas literarias y colaboró con profusión en otras. Es especialmente notable
la serie de artículos publicados sobre el deán Valdivia, poco antes de su
muerte.
Contemporáneo de
Aguirre Morales fue Juan Manuel Oso rio, otro narrador distinguido y,
antecediéndoles, Juan Manuel Polar, escritor castizo, autor de Don Quijote en
Yanquilandia y numerosos relatos de calidad literaria.
En los últimos
tiempos destacan Juan Manuel Cuadros, escritor costumbrista; Alfredo Arispe,
con su novela Dios y el gato; Olivares del Huerto, también costumbrista; Oscar
Silva, Gastón Aguirre Morales, Antonio Cornejo Polar.
Párrafo especial requiere
Mario Vargas Llosa, el gran novelista de fama internacional, en cuya dilatada
carrera literaria pueden distinguirse tres etapas. La primera (de 1959 a 1969)
abarca sus primeros diez años como escritor, cuando publica cinco títulos: Los
jefes, La ciudad y los perros, La Casa Verde, Los cachorros y Conversación en
La Catedral, en las que su afán primordial fue innovar la narrativa tradicional
latinoamericana.
Poco antes había
incursionado en el periodismo como reportero radial y en el desaparecido diario
La Crónica, experiencia que no solamente significó un trabajo, sino también la
oportunidad de iniciar su estilo narrativo característico, ágil y directo.
En esta etapa, Vargas
Llosa se declaró partidario de las posiciones políticas de izquierda, en especial
de las encarnadas por la revolución castrista en Cuba, con las que rompería
años más tarde. Su progresivo alejamiento de la izquierda lo llevó, finalmente
a adherirse a los planteamientos neoliberales en los años 80.
Su segunda etapa es
la de los años 70, cuando solamente publicó Pantaleón y las visitadoras (1973)
y La tía Julia y el escribidor (1977), en las que aparece el humor como
elemento importante.
La tercera etapa se
inicia con La guerra del fin del mundo (1981), a la que siguen Historia de Mayta,
¿Quién mató a Palomino Molerol, Elogio de la madrastra, El hablador, Lituma en
los Andes y Los cuadernos de don Rigoberto.
Vargas Llosa es
miembro del Pen Club internacional, de la Academia Peruana de la Lengua y de la
Real Academia de la Lengua Española. Ha sido además galardonado con el «Premio
Príncipe de Asturias», el «Premio Cervantes» y recientemente el «Premio de la
Paz de los libreros alemanes», entre otras notables distinciones.
Su incursión en la
política, primero como opositor a la estatización de la Banca (1987) y luego
como candidato presidencial por el Fredemo (1990), terminó con el fracaso en
las urnas. El escritor plasmó sus vivencias de esta etapa en El pez en el agua
(1993), polémico libro de memorias. Su obra está traducida a todos los idiomas
importantes y es, sin duda, el más reconocido y laureado novelista peruano.
PINTORES
La pintura arequipeña
ha logrado muy altas expresiones. Es, tal vez, una de las manifestaciones
artísticas más copiosas.
Arequipa dio
dibujantes de fama internacional como Julio Málaga Grenet, Manuel Benavides
Gárate, Julio César Málaga, Joel Marroquín, Carlos Vargas y Raúl Valencia; y
pintores como Jorge Vinatea Reynoso, Casimiro Cuadros, Mario Agostinelli,
Víctor Mendivil, Fernando Zevallos, Augusto Aguirre de la Fuente, Víctor
Martínez Málaga, Teodoro Núñez Ureta, Carlos Trujillo, Manuel Morales Guzmán,
José Marcelo Uría, Alejandro Núñez Ureta, Percy Murillo, Oswaldo López Galván,
Enrique Urízar, Carlos de la Riva, Carola Arrisueño, Federico Molina y otros.
Cabe destacar la existencia de nuevos pintores jóvenes cuya capacidad plástica
está logrando los primeros éxitos.
Todas estas personas
o personajes ilustres de Arequipa han trascendido en el tiempo, es por eso que
se les nombra de alguna u otra forma en este artículo.
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